Vivimos en un país que clama por grandes transformaciones. Cada día escuchamos sobre la necesidad de cambiar estructuras, de implementar nuevas políticas, de resolver problemas profundos como el narcotráfico, el machismo, y la desigualdad social. Sin embargo, en medio de esta constante búsqueda de soluciones, muchas veces olvidamos algo fundamental: el verdadero cambio no comienza en lo externo, sino en lo interno. No se trata solo de transformar las instituciones o las políticas, sino de transformarnos a nosotros mismos.
El cambio empieza con uno mismo
Es fácil señalar hacia afuera y culpar al sistema, a los políticos, o a las circunstancias. Pero ¿qué estamos haciendo para cambiar nuestras propias fallas? Si queremos ver un México diferente, debemos empezar por mirarnos al espejo. El cambio personal es la semilla de cualquier transformación significativa. Cada uno de nosotros tiene el poder de influir en su entorno, pero primero debemos enfrentarnos a nuestras contradicciones y debilidades.
Un país no puede cambiar desde sus grandes estructuras si no se inicia desde lo más básico: el individuo. Desde nuestras propias comunidades, desde nuestras familias, y desde nuestro ser. Es aquí donde cada uno de nosotros puede hacer una diferencia, transformando lo pequeño para que luego esa transformación se extienda hacia lo grande.
Ver el bien en lo que parece mal
Una de las lecciones más profundas que podemos aprender es la importancia de ver el bien en lo que inicialmente parece malo. No se trata de justificar lo negativo, sino de comprenderlo en toda su complejidad. Tomemos el ejemplo del narcotráfico. Este fenómeno ha causado un daño incalculable a nuestro país, pero si observamos con detenimiento, también revela capacidades impresionantes: inteligencia organizacional, liderazgo, y una capacidad logística impresionante. Estas habilidades, en otro contexto, podrían ser utilizadas para construir, no para destruir.
Lo mismo ocurre con el machismo. En lugar de rechazarlo por completo, debemos entender de dónde viene y cómo se ha arraigado en nuestra cultura. Solo así podremos transformarlo. En lugar de ver todo en blanco o negro, es importante encontrar el 1% de valor en lo que parece completamente negativo. Porque es ahí, en esa comprensión profunda, donde encontraremos las soluciones más efectivas.
Entender las raíces de los problemas
No podemos resolver los grandes problemas de México si no entendemos sus raíces. Y esas raíces no son siempre evidentes a simple vista. Al desmenuzar problemas complejos como el narcotráfico o el machismo, comenzamos a ver no solo sus manifestaciones más destructivas, sino también los factores subyacentes que les dan fuerza. Entender esas raíces nos permite crear soluciones que no sean simplemente paliativas, sino transformadoras.
El ejemplo político de Morena es un caso ilustrativo. Muchos, especialmente aquellos en posiciones sociales más altas, tienden a ver solo los aspectos negativos del partido. Sin embargo, para muchas personas en situaciones vulnerables, Morena ha traído mejoras concretas y tangibles. El reto es entender por qué este cambio es tan significativo para ellos, aunque no necesariamente lo sea para todos. Solo cuando seamos capaces de ver ambas caras de la moneda podremos participar en un diálogo que conduzca a un cambio verdadero.
El valor del diálogo y la tolerancia
Y aquí llegamos a otro punto clave: el diálogo. Vivimos en una época de polarización, donde cada grupo se encierra en su propia verdad, incapaz de ver lo positivo en la postura del otro. Pero el diálogo es esencial para el cambio. Debemos estar dispuestos a escuchar, a encontrar puntos en común, y a reconocer que lo que parece negativo para unos puede ser positivo para otros. Sin esta apertura, seguiremos perpetuando los mismos problemas que buscamos resolver.
Ser rebeldes en un mundo de conformismo
En un mundo donde muchos piensan que el poder y la corrupción siempre ganan, es tiempo de ser rebeldes. Es tiempo de pensar lo contrario, de creer que podemos ser parte de la solución. No se trata de apoyar ciegamente a un partido político o a una ideología, sino de unirnos a aquellos que están comprometidos con ser parte del cambio, con transformar nuestro entorno. Criticar no es suficiente: debemos actuar.
A veces, uno puede sentir que está solo en este camino. Personalmente, he pasado más de dos años escribiendo sobre estos temas, y en ese tiempo solo una persona ha leído dos de estos artículos completos. Pero eso no me desanima. Como dice Serrat: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Y cada paso, cada acción, cada reflexión es parte de ese camino hacia un México mejor.
La verdadera transformación
La transformación que México necesita no es una que venga impuesta desde arriba, ni una que dependa exclusivamente de cambios estructurales. La verdadera transformación empieza con nosotros. Si cada uno de nosotros se compromete a cambiar, a enfrentar sus propias fallas, a ver el bien en lo que parece malo, y a participar en el diálogo, entonces estaremos construyendo un país más fuerte, más justo, y más unido.
No necesitamos cambiar todo el árbol de golpe; basta con empezar por la semilla. Esa semilla está dentro de cada uno de nosotros. Si cuidamos esa semilla, si nos transformamos, entonces el resto vendrá por añadidura. México tiene un enorme potencial, pero es nuestra responsabilidad como ciudadanos empezar el cambio desde lo más profundo de nuestro ser.
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