Construyendo Tantuyo: Más allá de los límites

Muy pocas personas conocen o dimensionan la aspiración que representa para mi construir Tantuyo. Como exprofesor de modelos de negocio, puedo decirte que así como existen los X-Men, también existen los X-Profes. Y creo firmemente que el futuro de los profesores no está en un salón de clases. El verdadero futuro de la docencia radica en identificar y formar a jóvenes con visiones propositivas, en descubrir talentos que serán el futuro de México desde una edad temprana.

Cuando fui profesor, noté cómo frecuentemente promovemos la innovación o el emprendimiento como “la solución” a los problemas del mañana. Es como enseñarle a los alumnos que la única forma de ganarse la vida en el futuro es creando nuevos sabores de pastel o abriendo su propia pastelería, aun cuando sabemos que, metafóricamente, vivir de comer solo pasteles nos llevaría al desastre.

De igual manera, un mundo donde todos tenemos que ser dueños de negocios para poder recuperar nuestro tiempo, adquirir vivienda o aspírar a tener un buen seguro de salud médico me parece ridículo. Considero que el futuro no consiste en producir más por producir. Debemos darnos cuenta de que las verdaderas oportunidades están en crear modelos de negocio con propósito. No basta con tener una propuesta de valor; necesitamos propósitos compartidos que impulsen el cambio. En un mundo donde la inteligencia artificial (IA) automatizará casi todo, sería imperdonable que, por falta de organización y visión, no usemos esta herramienta para proteger nuestro planeta y nuestra humanidad. Si no lo hacemos, no solo nos arriesgamos a extinguir la naturaleza —osos polares, rinocerontes, aves—, sino también el trabajo humano que realmente nos apasiona y no sentimos que estamos trabajando.

La IA como espejo de nuestras pasiones

La IA no es solo una amenaza al trabajo humano; es un espejo que nos muestra nuestras carencias y oportunidades como humanidad. Nos desafía a replantear nuestra relación con el trabajo. ¿Qué pasaría si, en lugar de dedicarnos a empleos que no nos gustan, usáramos esta revolución tecnológica para redescubrir nuestras pasiones? ¿Qué sucedería si pudiéramos ganarnos la vida haciendo lo que realmente nos llena de propósito, mientras dejamos atrás las labores mecánicas y repetitivas que no nos definen?

Este es el gran potencial de la IA: liberarnos de aquello que no nos apasiona para enfocarnos en lo que realmente importa. Sin embargo, no podemos dar ese paso sin antes enfrentarnos a una verdad incómoda: muchas veces es más fácil seguir rutinas impuestas que descubrir quiénes somos realmente y qué nos mueve. Es un reto profundo que implica mirarnos al espejo, cuestionarnos, y alejarnos de la inercia que las redes sociales o los paradigmas sociales nos dictan.

Diversidad como superpoder

Hoy más que nunca, necesitamos entender que la diversidad es un superpoder. Tal como los X-Men nos enseñaron, nuestras diferencias nos hacen más fuertes cuando trabajamos juntos hacia un objetivo común. Las universidades deben replantear la educación, dejando atrás recetas genéricas para talentos tan diversos. Ya no se trata de llenar un salón con personas para enseñarles un superpoder que no tienen. Se trata de identificar el mayor poder de cada individuo y alinearlo con el propósito más significativo que puedan encontrar.

Si viste Capitán Planeta, recordarás cómo nos enseñaron que la diversidad se basa en el color de piel. Pero hoy te invito a verla de otra manera: como la riqueza que proviene de talentos y habilidades únicos, invisibles a simple vista.

Organización y propósito: el nuevo desafío

Un futuro donde la IA realiza nuestro trabajo exige que aprendamos a trabajar en equipo, a organizarnos como sociedades, y a imaginar futuros más diversos y propositivos. Esto requiere practicar desde ahora, formando colectivos que se organicen alrededor de un bien común.

Conozco a muchas personas apasionadas por el rescate animal, por ejemplo. Todas rescatan perros, abren sus casas y ayudan en lo que pueden, pero lo hacen de manera aislada. Si estas personas unieran fuerzas bajo un propósito compartido, podrían lograr un impacto exponencialmente mayor.

Uno de los mayores retos de cualquier empresa o colectivo es su capacidad de organización. Pero mientras el dinero puede encontrarse, ganarse o heredarse, la organización social requiere algo más: humildad, liderazgo, pasión, conciencia, y una profunda conexión con un propósito mayor. Esa capacidad de trabajar en conjunto puede transformar no solo una persona, sino el mundo entero.

Reimaginando el trabajo y la naturaleza

El mayor desafío de nuestro tiempo no es solo cómo adaptarnos a la IA, sino cómo aprovecharla para que nuestra vida sea más significativa. Podemos soñar con un futuro donde trabajemos menos en lo que no nos gusta y dediquemos nuestro tiempo y esfuerzo a lo que realmente nos apasiona. Pero para lograrlo, también necesitamos replantearnos cómo vivimos en este planeta. No podemos permitir que la búsqueda de progreso extinga lo más valioso que tenemos: la naturaleza que nos rodea y nuestra conexión con ella.

Imagina un mundo donde el trabajo humano no se extinga, sino que evolucione hacia actividades que generen valor desde nuestras pasiones. Un mundo donde la IA sea nuestra aliada para proteger a los osos polares, los rinocerontes y las selvas, mientras nosotros nos dedicamos a construir comunidades, crear arte, innovar en la ciencia, y transformar nuestras sociedades. Este es el futuro que podemos construir si actuamos ahora.

La trascendencia de remar contra corriente

Remar contra corriente es un camino solitario, pero necesario. Son pocos los que se dan cuenta de que, aunque el esfuerzo sea titánico, vale la pena corregir el rumbo antes de caer al barranco. No habrá mayor logro que aquel que permita una trascendencia real, basada en la empatía por las vidas futuras y en la construcción de un mundo mejor para todos.

Sin embargo, aunque este caminar pueda parecer solitario, tengo confianza en que en el trayecto habrá personas que se sumen. En el propósito coincidiremos, no necesariamente en color de piel, altura o incluso en la ciudad donde vivimos, pero sí en el deseo de construir un mundo mejor. Este caminar ya no es solo a pie, sino que ahora se alimenta de ideales que viajan a la velocidad de la luz, conectados por tecnología, pero actuando cara a cara en nuestra sociedad.

La tecnología no debe desconectarnos, sino ser la herramienta que nos une, que potencia nuestras capacidades y nos permite actuar con propósito en el mundo real. Así, paso a paso, ideal a ideal, podemos transformar no solo nuestras comunidades, sino el destino de nuestra humanidad.

El desafío es enorme, pero juntos, con propósito y convicción, podemos lograrlo.

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