The grindset has left us depressed. Here’s one thing that can save us. | Lisa Miller

Por: Vania Padilla


Mente, cuerpo y espíritu.

Balance entre estos tres.

La mente puede de hecho ser un instrumento de canalización de la verdad espiritual ¿no es eso sublime?

En un mundo donde en las escuelas no se nos enseñó espiritualidad y al contrario, donde incluso pudo existir la religión de una iglesia que nos decepcionó y nos hizo cuestionar nuestra relación con Dios. Muchas de las personas tuvimos que, no sólo reconstruir y descubrir nuestra espiritualidad. La propia y personal que viene de nuestra verdad.

Las personas estamos saturadas mentalmente porque hay demasiado ruido. “Crisis productiva” concepto muy cuestionable, pues los seres humanos tenemos una misión más grande que sólo ser productivos (laboralmente), es una crítica y respuesta a los sistemas, capitalismo, trabajo, familia, gobierno, seguridad social (sector inmobiliario, etc)

Los teléfonos, Instagram, TikTok, mantiene nuestra mente ocupada, cansada y “dormida”. Está en constante actividad pero no precisamente pensando, sí revisando muchos temas y con dificultad de concentración. Pero no llegando a conclusiones personales, de pensamientos que tengamos que esforzarnos a desmenuzar. La búsqueda de la verdad nunca fue más fácil y difícil como ahora lo es. 

En un mundo cada vez más enfocado en el éxito y en lo aspiracional, con satisfacciones inmediatas dónde puedes conseguir comunicación inmediata con familiares, amigos, laboralmente disponibles 24/7 en cualquier lugar, comida, ligue, sexo sin salir de casa, pagar y comprar cualquier cosa en cualquier lugar y cualquier momento, supone retos existenciales, que cuestionen las raíces más profundas de cualquier individuo.

La espiritualidad es un viaje personal que requiere un despertar, voluntad, compromiso y propósito.

La estructura neuronal de herramientas y necesidades espirituales en nuestro cerebro, relacionadas con la colectividad, propósito, dirección, satisfacción funciona como un mapa que nos hace saber que estamos en un viaje, en búsqueda de la verdad, personal, colectiva y nuestro propio concepto de autorrealización.

La espiritualidad es la mayor herramienta de amor, bondad y amabilidad como un regalo de esfuerzos y agradecimientos a las personas que nos rodean y nos expanden.

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